Tres eran los alimentos que constituían los cimientos de la civilización helena: El cereal (nomedamente trigo), el aceite y el vino. La fuerza natural de las plantas (cereal y videira), que mueren y renacem en un continuo ciclo, fue divinizada y celebrada en diversos rituais mistéricos como el culto la Deméter (los misterios eleusinos) o culto la Dionissos (las bacanais), entre otros.
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