“A medida que los sustitutos del cerebro se hacen más sofisticados”, apuntan los investigadores, “las posibilidades de que desarrollen capacidades similares a la consciencia humana se hace menos remota”. Entendiendo estas por la posibilidad de sentir dolor, placer o estrés en algún tipo de grado, o la posibilidad de almacenar recuerdos o tener algún tipo de consciencia de su propia existencia.
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