Una de las grandes leyendas sobre las cabezas cortadas es la que pesa sobre la del científico francés Antoine Laurent Lavoisier, uno de los fundadores de la química moderna. Cuando al grito de “la república no necesita científicos” iba camino del cadalso para ser guillotinado en 1794, pidió que le dejaran hacer su último experimento. Para que pudiera responderse la pregunta de si una cabeza recién cercenada seguía poseyendo conciencia, él intentaría pestañear todo el tiempo que pudiera tras caer la hoja
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