Si los tebeos de nuestra infancia no emocionaban era, simplemente, porque lo que se publicaba o eran sordideces de Bruguera en dura pugna por decidir qué título tenía el peor pareado (Un duro duelo entre ‘La familia Trapisonda, un grupito que es la monda’ y ‘Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte’, aunque ambas fuesen superadas en sordidez por el forsalismo sin rima de ‘Sherlock López y Watso de leche’). O superhéroes que no se caracterizaban por el melodramón solvente, así matasen a Fénix. Eso por no hablar de un comic “adulto” que…
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