Monasterio sin embargo hoy estaba orgullosa de que la denuncia contra ella no hubiese sido admitida a trámite. Mejor ser "burda y perceptible", según el tribunal, que condenada. Tanto entonces como ahora la pregunta: ¿qué pasa con los clientes? ¿Exige el tribunal la misma inteligencia a los técnicos a los que Monasterio quiso colarle la falsificación? ¿Sienta jurisprudencia dar por hecho que somos todos medianamente listos para detectar una estafa, así que el estafador no es culpable del mismo modo que el estafado no puede ser víctima?
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