Usted ha decidido ser cabeza de ratón y no cola de león. Las razones por las que ha tomado esa decisión pueden ser de lo más variopinto. La necesidad de salvaguardar el negocio para sus herederos, la resistencia al cambio, el miedo a perder su particular cuota de poder o, simplemente, la sensación —siempre subjetiva y personal— de que es la mamá de Tarzán y la creencia —raras veces acertada— de que si yo no gano/mando/soy-el-'boss', 'no es para mi'.
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