De Esperanza Aguirre y sus secuaces no podíamos esperar más, pero tampoco podíamos esperar menos. Una mujer bajo cuyo mandato prosperó una formidable banda de cuatreros en la Comunidad de Madrid, que se pasó el código de circulación debajo de los neumáticos y que, entre otras muchas lindezas, deseó la muerte al gremio de los arquitectos al estilo de una purga estalinista, ha pedido la cabeza de un concejal recién electo por unos cuantos chistes idiotas y la ha obtenido en bandeja. Al parecer, en este país, no se puede bromear sobre los muertos,
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