El notario Carlos Masiá (Barcelona, 1959) fue un espectador de excepción de dos de las grandes operaciones que desencadenaron el caso Nóos: la creación de la sociedad instrumental Aizoon, que fue utilizada por los ex duques de Palma para desviarse fondos públicos y la compra del palacete de Pedralbes, que les obligó a tener que hacer frente a un inmueble que, contando la reforma, ascendió a nueve millones de euros.
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