De Emily Dickinson todos creemos saber que era una mujer rara y triste, etiquetas que se te quedan pegadas cuando tomas decisiones como no volver a salir de casa y vestir siempre de un color. Por eso, cuando en 2012 apareció una foto de alguien que podía ser ella, toda esa idea se tambaleó un poco. La nueva imagen mostraba a dos mujeres. Una de mirada más seria y perdida; la otra, de aspecto más sereno y con un principio de sonrisa ¿Cómo leerla igual si ya no es esa joven de la otra foto, esa que parece esconder un mundo interior atormentado?
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