Dorángel Vargas Gómez, bautizado “el Comegente” por la prensa de Venezuela, no es, como también lo llamaron, un “Hannibal Lecter de los Andes”. Sí mató y descuartizó a cinco hombres; sí devoró sus restos bajo un puente a fines de los años noventa. Esta semana, sin buscarlo, el asesino que llevaba años olvidado ha vuelto a ser noticia en América Latina. Pero su protagonismo ahora es una vergüenza compartida: Dorancel, dicen los testigos, desmembró a tres hombres que otros habían matado.
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