CaixaBank sufrió no solo una importante huida de depósitos minoristas en los días de miedo y furia posteriores al referéndum independentista del 1 de octubre. Algunas de las mayores empresas del país también cancelaron sus posiciones, no por motivos políticos, sino por temor a la inestabilidad en un movimiento parecido al que sufrió el Banco Popular a finales de mayo. La cúpula de la entidad vio en esta salida, (que a la postre provocó el cambio de sede a Valencia) una actuación desleal de sus principales competidores.
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