Aumenta el número de musulmanes que se convierten al cristianismo a pesar de que los recién bautizados son golpeados, expulsados de su familia, torturados y amenazados de muerte debido a que el Corán manda a matar a aquellos que abandonan el Islam, que los describe como apóstatas, y el Islam prohíbe el proselitismo de otras religiones en los territorios que ocupa. La mayoría de los conversos se unen a las iglesias protestantes, más valientes en su misión de evangelización, y más raramente la Iglesia Católica o ortodoxa.
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