La idea básica es que rociar la atmósfera con determinados tipos de partículas ayudaría a reflejar más calor hacia el espacio exterior. Los científicos creen que podría funcionar porque la naturaleza ya lo hace. Grandes erupciones volcánicas han liberado decenas de millones de toneladas de dióxido sulfúrico al cielo, lo que contribuyó a unas temperaturas globales más bajas durante los siguientes meses.
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