Es probable que conozcas a alguien así. Ya sabes, la clase de amigo que, superado un umbral de la noche, comienza a despedirse de todo el mundo. Otea la sala y saluda uno a uno a todos los invitados. Se relame en cada última palabra, se regodea en el ritual de despedida, encadena una conversación casual tras otra, muestra un exceso de deferencia casi incómodo. Una vez le has dicho adiós, pasas a tus quehaceres, disfrutas de la velada. Pero al cabo de las horas sigue ahí. Se iba, pero no. Te habías olvidado de él, pero él tenía otros planes...
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