La ciudad brasileña de Linhares reconoció legalmente sus olas como seres vivos, la primera vez conocida que se concede personalidad jurídica a parte del océano. En agosto, aprobó una ley que da a las olas de la desembocadura del río Doce el derecho intrínseco a la existencia, regeneración y restauración: deben seguir formándose de forma natural y su agua debe estar limpia. La nueva ley requiere que la ciudad proteja la forma física del río, los ciclos ecológicos que hacen que las olas sean únicas y la composición química finamente equilibrada.
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