Masacrar, machacar, infligir la crueldad más extrema en un conflicto bélico sobre la población civil. Lo estamos viendo todos los días. En Gaza, Ucrania, Siria, Sudán; pasó en la ex Yugoslavia; son décadas de bombas cayendo en escuelas y hospitales, en plazas y mercados. Así se gana una guerra, pensaron los estrategas modernos, mentes sádicas e inhumanas de verdad, en el primer tercio del siglo pasado. No hay bomba más rentable que la que mata niños, mujeres, almas inocentes.
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