Tuvo que llegar Hacienda para sacar a Al Capone de su plácida normalidad delictiva y tuvieron que llegar unos franceses borrachos a Madrid gritando que aquello era la Tierra Prometida para que Díaz Ayuso se sintiese, por primera vez, incómoda frente al reflejo de su propia gestión política. Como buena practicante del alt-right trumpista, Díaz Ayuso llegó a la gestión de lo público apostándolo todo al nacional-propagandismo y nada a la gestión. Sin imaginar que, a veces, las montañas de propaganda se te pueden derrumbar encima.
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