Siempre he pensado que la aparición de una obra maestra en el cine tenía una parte de azar, ahora bien, lo que constato con pesar en los últimos años es una racha que ya pasa de la mala suerte y empieza a entrar en el terreno de la maldición gitana. La alineación de planetas que requiere un guion brillante interpretado por unos actores en estado de gracia, una dirección artística inspirada y una banda sonora memorable no era cosa frecuente, pero se daba. Un buen ejemplo lo teníamos en Blade Runner.
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