Cada tarde, cuando anochece, salen a la calle a protestar. Son unos 50 y la mayoría están jubilados. Usan silbatos, cacerolas y cualquier objeto contundente que haga ruido. La procesión dura cerca de media hora. Recorren todo el Besòs, un barrio obrero de viviendas protegidas que se construyó en los años 60 de Sant Adrià (Barcelona). A su paso, otros muchos vecinos salen a los balcones y desde ahí se unen a la “cacerolada de las ocho”. No se atreven a bajar porque es peligroso.
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