La belleza duele, la pobreza más, sobre todo cuando es tan visible a los ojos de la riqueza: en el barrio de Kensington se paga el metro cuadrado a partir de 25.000 €. Rascacielos pensados para meter en espacios baratos a los trabajadores de las insalubres barriadas del centro hay en toda Inglaterra, parados, solitarios. Hormigón para la working class. El urbanismo es tan clasista como la arquitectura, por muy inocentes que parezcan el plano y el cartabón. La torre ardió por quedar bonita, envuelta en bonito plástico gris y blanco.
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