Todo empezó con una radio que un día dejó de funcionar. El dueño de un anticuario de El Rastro, en Madrid, se la regaló a Alexander Balinge, que la reparó y la llevó al restaurante de su esposa, Petra Estevas... Los artefactos empezaron a acumularse en las paredes hasta formar una colección de más de 200, y la pareja decidió cambiar el nombre del lugar, que entonces se llamaba Mesón del Rastro, por Museo de la radio. Tras más de 50 años en Lavapiés, Petra y su familia han empezado a descolgar los aparatos.
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