Kepa, nombre ficticio de uno de los cuatro amigos treintañeros atacados por menores del centro foral de Sopuerta, era de los que defendía que «había que darles una oportunidad» cuando sus convecinos protestaban por la apertura en el municipio vizcaíno de un complejo -ubicado en un palacete- para acoger a menores inmigrantes no acompañados. Ahora, sin embargo, está «convencido de que va a pasar algo gordo» por el «descontrol» que presenció. «No sé qué pintaban a las tres y pico de la madrugada todos esos chavales en la calle», se pregunta.
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