Cuando volví con veinte años a la vivienda de mis padres todo seguía igual. A pesar de que ya no había abusos. La vida era maravillosa, la hija pródiga había regresado y todo era perfecto. Una bonita fachada porque ya he contado alguna vez que aquel año volví a vivir el ambiente de mis abusos, la situación era exactamente la misma, salvo por el hecho de que todos éramos adultos.
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