Nunca tuvo el pobre murciélago buena fama en Occidente. Su aspecto curioso, así como el hecho de ser un mamífero volador de extrañísimas costumbres, que además es reservorio para un elenco de enfermedades infecciosas, le ayudaron más bien poco. Son escasos los lugares, como China, en los que el murciélago goza de algún prestigio. Ya Publio Ovidio Nasón (43 a. e. c.-17) en sus Metamorfosis contaba que Hermes, para dar ejemplo, castigó a una de las hijas pecadoras del rey Minias de Beocia convirtiéndola en un murciélago de horripilante aspecto.
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