Imagínate por un momento el siguiente caso: te estás lavando el cabello con champú y de repente una gota te cae accidentalmente en un ojo. ¿Qué haces a continuación? Por supuesto de inmediato te enjuagas los ojos para evitar que el champú queme la mucosa. Ahora cambiemos un poco las condiciones: en tus ojos se vierte toda una cucharada de champú, pero tú no puedes enjuagarlos ni con agua ni con lágrimas.
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