Creemos que los principios argumentativos en los que se fundan nuestras recomendaciones pueden ser aceptados, indistintamente, por creyentes (no integristas) y ateos. Es errado suponer que la creación de nuevas escuelas religiosas es un proyecto social benigno, justo y socialmente deseable; y ha llegado el momento de exponer con claridad cuáles son estos errores. Esto es lo que pretendemos.
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