La fila para renunciar tenía la longitud de un campo de futbol americano. Una mañana reciente, más de cien trabajadores chinos que solían armar y probar los iPhones de Apple hacían fila fuera de la puerta 7 de la enorme fábrica de artículos electrónicos Changshuo para recoger su finiquito y seguir con su vida. Alguna vez habían esperado que su empleo en la línea de ensamblaje les proporcionara un salario suficiente para poder tener acceso a una vida mejor.
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