Durante décadas, se pidió a la izquierda abertzale que abandonara el apoyo a la violencia como forma de lucha política. El problema no era que fuera un movimiento independentista, sino que estaba dispuesto a jalear el asesinato si eso era útil a sus objetivos políticos. En una democracia, por imperfecta que sea y todas lo son, eso es intolerable. Si la izquierda abertzale no estaba dispuesta a renunciar a ese militarismo amoral, no podía formar parte del juego político. La respuesta del Tribunal Supremo ha sido rechazar los estatutos de Sortu..
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