Hubo una cosa que hemos tenido que esperar más de media década para descubrir: su ano viene y va; es transitorio, efímero, evanescente. Todo empezó el día en que Sidney Tamm, investigador en el Laboratorio de Biología Marina en Woods Hole (Massachusetts), estuvo a punto de volverse loco mientras investigaba con las nueces de mar: no había forma humana de encontrarles el ano.
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