Andrew Wardle cargó durante décadas con un pesado secreto: había nacido sin pene. Sufrió extrofia vesical, un raro trastorno congénito en el que los genitales no llegan a formarse. Su familia biológica terminó entregándole en adopción, y nunca logró integrarse en la escuela mientras se sometía a interminables operaciones para habilitarle un sistema urinario. Todo empeoró al llegar la adolescencia. Consumía alcohol y drogas como excusa para decirle a sus parejas, que nunca duraban, que no estaba en condiciones de hacer el amor. Trató de suicidar
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