Los hombres estadounidenses tienen miedo. Temen no ser capaces de dar un abrazo bienintencionado a una compañera del trabajo sin que sea percibido como lascivo. Les preocupa que los muchos despidos de hombres poderosos sean una señal de "pánico sexual" en toda regla y que la era de
#MeToo "criminalice el intento de seducción".