El consumo de agua embotellada, un hábito cada vez más extendido en el planeta, conlleva impactos pocas veces advertidos. Por ejemplo, la dilapidación de recursos en la producción, en el transporte y, sobre todo, en el destino de los recipientes plásticos en los que se comercializa, que en una elevada proporción termina en los vertederos y en el mar. Además, el agua envasada no tiene por qué ser más sana que la del grifo, a pesar de que su coste llega a ser mil veces superior.
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