El hooligan inglés o el tifosi italiano borracho, desaliñado, que persigue a los aficionados rivales o se enfrenta abiertamente a la policía está quedando atrás. Los nuevos grupos de ultras llegan de países como Rusia, Ucrania o Polonia. Son neonazis, asiduos al gimnasio, casi no prueban el alcohol, tienen disciplina y meditan muy bien sus pasos. Pero sí comparten algo con sus predecesores británicos o transalpinos: les gusta la violencia.
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