La afición de Blanco por la manipulación no hacía presagiar nada bueno el día de su nombramiento como ministro de Fomento, pese a que su predecesora se lo había puesto francamente fácil. En el actual momento de crisis y recortes presupuestarios, Pepiño se encuentra con la patata caliente de Aena y su absurda gestión entre las manos y, fiel a sus métodos goebbelsianos, para suplir la carencia de ideas no encuentra expediente más directo que señalar un nuevo culpable: el colectivo de los controladores aéreos.
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