Las acacias, un árbol extendido por todo el mundo, son especialmente comunes en África y Australia. Estos impresionantes árboles cuentan – según descubrió un profesor de la Universidad de Pretoria – con un mecanismo de alarma para advertir a sus congéneres de la llegada de herbívoros: cuando los antílopes comienzan a ramonear las hojas de una acacia, el árbol emite al aire una señal de etileno gaseoso a través de los poros de sus hojas.
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