A principios de los años sesenta tuve que irme de España por razones políticas, me fui a Suecia. En Suecia conocí también la que se convertiría más tarde en mi esposa. La madre de mi esposa se cayó y se rompió el fémur, y pude ver cómo el Estado del Bienestar sueco la cuidaba. Recibía cinco visitas al día de los servicios domiciliarios.
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