La vitrina de una carnicería está llena de partes de vacuno que son conocidas y lustrosas: tapa, contra, espaldilla, entrecot, chuleta, solomillo, babilla… Pero no hay nada como entrar en la cámara de un carnicero, su sanctasanctórum, para descubrir que existen partes de la res que uno no sabía ni dónde las tenían. Es el caso de la maravillosa "entrécula", el “bocado de la reina”, la propia “chuleta de carnicero” o las "lecheritas", pequeños secretos que terminan convirtiéndose en las viandas que un carnicero se lleva a su casa para comer.
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