La crisis, la presión por cumplir objetivos o la falta de recursos se están convirtiendo en excusas para relajar la buena gestión de los equipos. Los jefes han de saber mantener el tipo hasta en los peores escenarios y, aunque también lleven la procesión por dentro, seguir trabajando para proporcionar a sus colaboradores un ambiente de trabajo que favorezca su desempeño.
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