Las celdas de la prisión militar de Magdalena no tienen inodoro, ni lavabo, ni nada. Sólo una cama de hierro contra la pared del fondo. Tampoco hay mesa ni silla. Apenas una cama sin colchón, porque los guardias los entregan a las nueve de la noche y los retiran a las seis de la mañana, cuando comienza el día. Hay que sentarse en el suelo que, además, varios meses al año está mojado, porque la humedad inunda esa zona baja, donde la prisión militar fue construida.
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