Ana Losada, una de las profesoras de ese centro de adultos de Getafe —la Casa de la Cultura—, explica que cuando llegan, los chavales se sienten “desahuciados” de sus institutos, y rechazan cualquier continuación, excepto si entra en juego un cambio de escenario. “Tenemos que romper con la dinámica academicista de la que vienen, aquí hablamos de quiénes son, de cómo se sienten, nos acercamos a ellos desde otro ángulo, en secundaria no es posible por una cuestión de números: cada curso puedes tener hasta 200 alumnos”, señala la docente.
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