Entre todos, hemos conseguido que palabras como «nazi», «Hitler», «fascismo» o «fascista» se hayan frivolizado. Las redes sociales han acelerado el proceso, pero no es nada nuevo. El término «fascista» se trasladó al lenguaje cotidiano, en su uso más trivial, poco después de terminar la Segunda Guerra Mundial. En su ensayo de 1995 «Ur-Fascismo» Umberto Eco explica cómo este término es «utilizado por radicales estadounidenses treinta años después [de la Segunda Guerra Mundial] para referirse a la policía que no aprobaba los hábitos de fumar».
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