La historia de Ray Krone serviría de argumento a una película con final feliz. Pasó diez años en prisión, tres de ellos en el corredor de la muerte, por un asesinato que pruebas de ADN demostraron que no había cometido. Tras recuperar su libertad, se ha convertido en portavoz de Witness to Innocence, una asociación para la abolición de la pena de muerte en la que trabajan otros expresos que estuvieron a punto de ser ejecutados.
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