LITERATOS. Compartimos fragmentos.
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¿De qué serviría?

Si el Cielo no tuviera

a veces sus maldades, 

si Dios no se enojara,

si no existiera el Hades,

si no fueran cofrades

San Pedro y Satanás

de un mismo cementerio,

¿qué mísero misterio

tendría la existencia?

Si sólo la obediencia

nos fuera permitida,

si no hubiera ascensiones

por miedo a la caída,

si no hubiera ocasiones

de ser un pecador,

¿qué mísero valor

tendría la aventura?

Si fuera un día segura

la suerte del mañana,

si no hubiera serpiente

y no hubiera manzana,

si sólo la campana

perdida de una iglesia

sirviera de anestesia

para este cruel dolor

que tanto nos tortura,

¿de qué valdría el amor

faltando la locura?

Canciones para muertos. Feindesland. 1990

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La educación de Fred Colon

El sargento Colon había tenido una amplia educación. Había estado en la escuela de Mi Padre Siempre Decía, la universidad de Es De Cajón y ahora era estudiante de posgrado en la facultad de Me Lo Ha Dicho Un Tío En El Pub.

"Voto a Bríos", Terry Pratchett.

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El Estado y sus oficios

Auschwitz no fue obra de mafiosos ni de terroristas. Auschwitz fue obra de funcionarios.

El encargo. Friedrich Dürrenmatt

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Un tío con principios

Me subo a una silla y voy bajando al suelo las cajas de singles. Habrá siete u ocho en total, y aunque las dejo en el suelo procurando no fijarme demasiado en lo que contienen, sin querer me llama la atención el primer single de la última caja: es un James Brown de la King, treinta años de antigüedad, de modo que se me hace la boca agua sólo de pensar en el festín que me aguarda.

Cuando me pongo a repasar como es debido, entiendo que tengo entre manos el cargamento que siempre soñé encontrar, siempre, desde que empecé a coleccionar discos. Hay singles de los Beatles en edición especial y limitada para los clubs de fans; está la primera docena de singles de los Who, y hay originales de Elvis, de principios de los sesenta; hay montones de singles de blues y de soul, y... ¡un ejemplar del «God Save the Queen», de los Sex Pistols, editado por la A&M! ¡No lo había visto en mi vida! Y... ¡oh, no! ¡Oh, no! ¡Dios, no! Está «You Left the Water Running», de Otis Redding, en la edición especial hecha siete años después de su muerte, retirada inmediatamente del mercado por su viuda porque no le...

—¿Qué te parece?

Me mira apoyada contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados, una media sonrisa por la cara de bobo que seguramente se me habrá puesto.

—Es la mejor colección que he visto en mi vida.

No tengo ni idea de qué puedo ofrecerle. El lote debe de valer al menos seis o siete de los grandes, y ella lo sabe. ¿De dónde voy a sacar tanta pasta?

—Pues dame cincuenta libras y te los puedes llevar todos hoy mismo.

Me la quedo mirando: acabamos de dar oficialmente el salto a Chistelandia Fantástica, que es donde aparecen esas viejecitas que te pagan unos buenos dineros para convencerte de que te lleves sus muebles estilo Chippendale. Lo que pasa es que no me las estoy viendo con una viejecita, y ella sabe de sobra que lo que tiene ahí vale muchísimo más de cincuenta libras. ¿Qué está pasando?

—¿Son robados?

Se echa a reír.

—No creo que me hubiese valido la pena, ¿verdad que no?, llevarme todo este lote por una ventana para sacar en total cincuenta libras. No, son de mi marido.

—Entiendo. ¿Así que últimamente no se lleva demasiado bien con él?

—Ni me llevo ni me dejo de llevar. Se ha largado a España, a no sé qué costa, con una chavala de veintitrés años. Una amiga de mi hija, para más señas. Y ha tenido el morro de llamarme y pedirme dinero prestado. Yo le he dicho que no, así que me ha pedido que venda su colección de singles y que le envíe el cheque por lo que saque, quedándome un diez por ciento de comisión. Ahora que me acuerdo, asegúrate de darme un billete de cinco libras, porque quiero enmarcarlo y colgarlo de la pared.

—Le tiene que haber costado muchísimo tiempo reunir esta colección, ¿sabe?

—Sí, años enteros. Esta colección es más o menos el único éxito que ha tenido en toda su vida.

—¿Tiene trabajo?

—Él dice que es músico, pero... —Hace una mueca de incredulidad y de desprecio—. No hace otra cosa que gorronearme y pasarse el día ahí sentado, con el culo cada vez más gordo, mirando los sellos de los discos.

Imagínate: vuelves a casa y te encuentras con que se han pulido tus singles de Elvis y tus singles de James Brown, tus singles de Chuck Berry y todos los demás por cuatro perras, por puro despecho. ¿Qué harías? ¿Qué dirías?

—Mire, ¿no puedo pagarle como es debido? Ni siquiera tendría que decirle a él cuánto ha sacado por los singles: le manda las cuarenta y cinco libras y el resto se lo gasta en lo que quiera, o lo da para obras de caridad, o lo que sea.

—No, ése no es el trato. Quiero ser odiosa pero justa.

—Bueno, lo siento. Yo... prefiero no tener nada que ver con este asunto.

—Como quieras. Seguro que hay otros muchos que sí.

—Ya, lo sé de sobra. Por eso estoy intentando llegar a un acuerdo. ¿Qué le parece mil quinientas? Lo más probable es que la colección valga cuatro veces más.

—Sesenta.

—Mil trescientas.

—Setenta y cinco.

—Mil cien. Y de ahí no bajo.

—Pues yo no pienso vendértela por más de noventa.

Los dos estamos sonriendo. Es difícil imaginar otras circunstancias en las que pudiera darse semejante negociación.

—Es que así mi marido podría permitirse el lujo de volver a casa, ¿entiendes? Y eso sí que no, de ninguna manera.

—Lo lamento, pero creo que lo mejor será que busque a otro.

Cuando regrese a la tienda me pondré a llorar a moco tendido, a llorar como un crío durante un mes entero, pero es que no puedo animarme a hacerle a ese tío semejante putadón.

—Por mí, estupendo.

Me levanto para marcharme, pero me vuelvo a arrodillar. Sólo quiero echar una última mirada con calma.

—¿No me podría vender solamente este single de Otis Redding?

—Desde luego que sí. Diez peniques y es tuyo.

—Venga, por favor. Déjeme pagarle diez libras; por mí, como si después quiere regalar todos los demás.

—Hecho, pero sólo porque te has tomado la molestia de venir hasta aquí, y porque eres un tío con principios. Y sólo por esta vez. No pienso vendértelos uno a uno.

Fragmento de Alta Fidelidad (1995) de Nick Hornby

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En cierto pueblo...

"En cierto pueblo de Siberia todos los osos son blancos. Tu vecino fue a ese pueblo y vio un oso. ¿De qué color era el oso? "

Aleksandr Románovich Lúriya, neuropsicólogo y médico ruso.

Explicación: Luria describió esta falacia lógica en uno de sus viajes para visitar un poblado indígena en el centro de Asia. Quería descubrir si existía una suerte de razonamiento lógico que fuera usado en todas las culturas y sociedades. Curiosamente, la respuesta más habitual entre los miembros de ese pueblo fue: “No lo sé, ¿por qué no se lo pregunta a mi vecino?”.

psicologiaymente.com/reflexiones/frases-alexander-luria

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Sistá clarismo...

"Está claro que la gente no quiere guerras...

Pero después de todo, son los dirigentes del país los que deciden la política, y siempre resulta sencillo llevarse a la gente de calle, ya sea en una democracia, una dictadura fascista, un parlamento o una dictadura comunista. Con voz o sin ella, siempre se puede conseguir que la gente haga lo que se les antoja a los dirigentes. Es fácil. Basta con decirles que se les está atacando y denunciar la falta de patriotismo de los pacifistas".

Hermann Goering (18 Abril 1946, en el juicio de Nüremberg).

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Sobre el reparto del miedo

Algo va muy mal cuando los ciudadanos temen a los políticos en vez de que los políticos teman a los ciudadanos.

La decadencia de Occidente. Oswald Spengler.

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La delación

Breslau, 1933. Un piso de pequeños burgueses. Una mujer y un hombre, de pie junto a la puerta, escuchan. Están muy pálidos.

LA MUJER: Ahora están abajo.

EL HOMBRE: Todavía no.

LA MUJER: Han roto la barandilla. Estaba ya sin conocimiento cuando lo sacaron del piso arrastrando.

EL HOMBRE: Yo sólo dije que no era aquí donde se escuchaba en la radio emisiones extranjeras.

LA MUJER: Sólo dijiste eso.

EL HOMBRE: No dije nada más.

LA MUJER: No me mires así. Si no dijiste nada más, es que no dijiste nada más.

EL HOMBRE: Eso digo yo.

LA MUJER: ¿Por qué no vas a la comisaría y dices que no tuvieron visitas el sábado?

Pausa.

EL HOMBRE: No voy a ir a la comisaría. Lo han tratado como bestias.

LA MUJER: Le está bien empleado. ¿Por qué se mete en política?

EL HOMBRE: No hubieran tenido que romperle la chaqueta. No era para tanto.

LA MUJER: La chaqueta es lo de menos.

EL HOMBRE: No hubieran tenido que rompérsela.

.

Terror y miseria del Tercer Reich. Bertolt Brecht

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Los adictos a las noticias (un guiño a los meneantes)

Las noticias son historia en gestación. Así que la adicción a las noticias es la adicción al desenlace de la historia. ¿Me sigues?

—Te sigo. Continúa.

En las dos últimas décadas, las noticias se han producido como espectáculo.

Por tanto, la adicción de la gente a las noticias es la adicción a su función como espectáculo. Si combinas el poder del pensamiento con esta adicción a las noticias amenas, entonces la parte de los cientos de millones de personas, los telespectadores, que desea la paz en la tierra se ve eclipsada por la parte de ellos que quiere el siguiente capítulo de la historia.

Todas las personas que ponen las noticias y no encuentran novedades acaban decepcionadas. Comprueban las noticias dos o tres veces al día; quieren dramatismo, y dramatismo significa no sólo muerte, sino muerte a millares, por lo que, secretamente, toda persona adicta a las noticias espera una calamidad aún mayor, más cadáveres, más guerras espectaculares, más horrendos ataques enemigos, y esos deseos salen cada día al mundo. ¿No lo ves?

Ahora mismo, más que en cualquier otra época de la historia, el deseo universal es claramente malvado.

Una parte del todo. Steve Toltz

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La Evolución de un Escritor

Cuatro momentos del proceso divino distingue Juan Escoto de Erígena; cuatro momentos son quizá distinguibles en la evolución de los escritores.

En el primero el escritor, aún indiferenciado, es casi cualquier hombre; su voz menos individual que genérica es la de todos.

En el segundo el escritor ha elegido un maestro, lo confunde con la literatura y minuciosamente lo copia, porque entiende que apartarse de él en un punto es apartarse de la ortodoxia y de la razón.

En el tercero, que no todos alcanzan, el escritor se encuentran consigo mismo, como en cierta ficciones orientales, célticas o germánicas. Encuentra su cara, su voz.

Hay un cuarto momento que yo no he alcanzado, que muy pocos alcanzan.

En el primero, el escritor es todos; en el segundo, es otro. En el tercero es él; en el cuarto, es otra vez todos, pero con plenitud.

Así, los buenos versos de Shakespeare son manifiestamente de Shakespeare, pero los mejores, los eternos, ya no son de él. Tienen la virtud de parecer de cualquier hombre, de cualquier país, de cualquier tiempo.

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Jorge Luis Borges. Prólogo a Antigua lumbre de Wally Zenner.

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Una extraña locura

Una extraña locura se ha apoderado de las clases obreras de las naciones donde domina la civilización capitalista. Esta locura trae como resultado las miserias individuales y sociales que, desde hace siglos, torturan a la triste humanidad. Esta locura es el amor al trabajo, la pasión moribunda por el trabajo, llevada hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de sus hijos. En vez de reaccionar contra esta aberración mental, los curas, los economistas y los moralistas han sacralizado el trabajo.

Paul Lafargue

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Una vida

Necesitas una vida, que son esos momentos que suceden mientras esperas algo que nunca llega.

The Wire

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La idea base del nacionalismo

El alma de la tierra son sus gentes. 

La tierra aporta su carácter a los hombres que la habitan, y marca en ellos su impronta a través de los alimentos con que los sostiene, el clima en que los envuelve y las dificultades orográficas que les impone.

Los hombres a su vez determinan el carácter de la tierra con las obras que construyen y los artificios que idean para convivir con ella. Finalmente el hombre vuelve a la tierra para alimentarla con su sangre y con sus huesos. La tierra alimenta al hombre, y el hombre a la tierra, y si este doble pacto se rompe, sufre la tierra y sufre el hombre.

Neuadel aus Blut und Boden. Walther Darré.

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Astronautas deprimidos

Lo peor de ser astronauta, y sentirte abandonado y miserable en medio del espacio, es que ni siquiera te puedes ahorcar.

Relatos del piloto Pirx. Stanislaw Lem.

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Edgar Allan Poe - El silencio

‘Ενδονσιν δ’ ορεων κορνφαι τε και φαράγγες

Πρώονές τε και χάραδραι.

Las crestas montañosas duermen; los valles, los riscos

y las grutas están en silencio.

—Alcmán

Escúchame —dijo el Demonio, apoyando la mano en mi cabeza—. La región de que hablo es una lúgubre región en Libia, a orillas del río Zaire. Y allá no hay ni calma ni silencio.

Las aguas del río están teñidas de un matiz azafranado y enfermizo, y no fluyen hacia el mar, sino que palpitan por siempre bajo el ojo purpúreo del sol, con un movimiento tumultuoso y convulsivo. A lo largo de muchas millas, a ambos lados del legamoso lecho del río, se tiende un pálido desierto de gigantescos nenúfares. Suspiran entre sí en esa soledad y tienden hacia el cielo sus largos y pálidos cuellos, mientras inclinan a un lado y otro sus cabezas sempiternas. Y un rumor indistinto se levanta de ellos, como el correr del agua subterránea. Y suspiran entre sí.

Pero su reino tiene un límite, el límite de la oscura, horrible, majestuosa floresta. Allí, como las olas en las Hébridas, la maleza se agita continuamente. Pero ningún viento surca el cielo. Y los altos árboles primitivos oscilan eternamente de un lado a otro con un potente resonar. Y de sus altas copas se filtran, gota a gota, rocíos eternos. Y en sus raíces se retuercen, en un inquieto sueño, extrañas flores venenosas. Y en lo alto, con un agudo sonido susurrante, las nubes grises corren por siempre hacia el oeste, hasta rodar en cataratas sobre las ígneas paredes del horizonte. Pero ningún viento surca el cielo. Y en las orillas del río Zaire no hay ni calma ni silencio.

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El comando Llave-grifa

El comando Llave-grifa

¿Has pensado de dónde viene toda esa humareda que envuelve el valle de Rio Grande? El gran río canalizado, subsidiado, salinizado, goteando hacia los campos de algodón bajo los cielos de sulfuro de Nuevo Mexico. ¿Sabías que había un consorcio de empresas eléctricas que conspiran para abrir nuevas minas y construir más plantas de tratamiento de carbón en las cuatro esquinas de esa zona desde la que nos llega toda esa inmundicia? todo eso más tendidos eléctricos, carreteras, vías de ferrocaril, tuberías, todo eso en lo que una vez fue un desierto casi virgen y aún es el paisaje más espectacular de los malditos 48 estado vecinos. Sabías que otras compañías de energia y las mismas agencias gubernamentales están planenado otras cosas más grandes aún ? minas más grandes que las que devastaron Appalachia. ¿Has pensado en las armas nucleares, reactores, estroncios, plutonio? ¿Sabías que las compañías petrolíferas se están preparando para oradar inmensas áreas de Utah, Colorado para recuperar el petróleo como Esquisto? ¿Te das cuenta lo que las grandes compañías están haciendo en nuestros parques nacionales o lo que el cuerpo de ingenieros y la Oficina de Repuración están haciendo con nuestros rios? ¿Te das cuenta de lo que los promotores del suelo están haciendo con nuestros espacios abiertos?

La Banda de la tenaza-Edward Abbey

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"La enseñanza del burro"

"La enseñanza del burro"

Un día el burro de un campesino se cayo en un pozo. El animal lloró fuertemente por horas, mientras el campesino trataba de buscar algo que hacer. Finalmente, el campesino decidió que el burro ya estaba viejo y el pozo ya estaba seco y necesitaba ser tapado de todas formas; que realmente no valía la pena sacar al burro del pozo. Invitó a todos sus vecinos para que vinieran a ayudarle. Cada uno agarró una pala y empezaron a tirarle tierra al pozo. El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y lloró horriblemente. Luego, para sorpresa de todos, se aquietó después de unas cuantas paladas de tierra. El campesino finalmente miró al fondo del pozo y se sorprendió de lo que vio, con cada palada de tierra, el burro estaba haciendo algo increíble: Se sacudía la tierra y daba un paso encima de la tierra. Muy pronto todo el mundo vio sorprendido cómo el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y salió trotando. La vida va a tirarte tierra, todo tipo de tierra, el truco para salir del pozo es sacudírsela y usarla para dar un paso hacia arriba. Cada uno de nuestros problemas es un escalón hacia arriba. Podemos salir de los más profundos huecos si no nos damos por vencidos. ¡Usa la tierra que te echan para salir adelante!

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Los hombres sin amor

Hay mujeres que sólo quieren a los hijos y otras que sólo quieren a los maridos. Las mujeres siempre van detrás de los mismos y siempre evitan a los mismos. Por tanto unos son amados tres veces, primero como hijos, luego como maridos y, por fin, como padres, mientras que los otros, los que no fueron amados por sus madres, tampoco serán amados ni por sus mujeres ni por sus hijas. 

Paisaje pintado con té. Milorad Pavic.

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Cosas de fumadores

El fumador nunca espera: el fumador, fuma. Por eso cuando dejas de fumar te das cuenta de lo mucho que te hacen esperar y de lo mucho que te aburres.

Sospechas. Hermann Koch

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No, gracias

 ¿Y qué tengo que hacer?

¿Buscarme un valedor poderoso, un buen amo, y al igual que la hiedra, que se enrosca en un ramo buscando en casa ajena protección y refuerzo, trepar con artimañas, en vez de con esfuerzo?

No, gracias.

¿Ser esclavo, como tantos lo son, de algún hombre importante? ¿Servirle de bufón con la vil pretensión de que algún verso mío dibuje una sonrisa en su rostro sombrío?

No, gracias.

¿O tragarme cada mañana un sapo, llevar el pecho hundido, la ropa hecha un harapo de tanto arrodillarme con aire servicial?

¿Sobrevivir a expensas de mi espina dorsal?

No, gracias.

¿Ser como ésos que veis a Dios rogando –oh, hipócritas malditos– y el mazo dando? ¿Y que, con la esperanza de alguna sinecura, atufan con incienso a quien se les procura?

No gracias.

¿Arrastrarme de salón en salón hasta verme perdido en mi propia ambición? ¿O navegar con remos hechos de madrigales y, por viento, el suspiro de doncellas banales?

No gracias.

¿Publicar poniendo yo el dinero de mi propio bolsillo?

Muchas gracias, no quiero.

¿Hacerme nombrar papa en esas chirigotas que en los cafés celebran, reunidos, los idiotas?

No gracias.

¿Desvivirme para forjarme un nombre que tenga el endiosado lo que no tiene de hombre?

No, gracias.

¿Afiliarme a un club de marionetas? ¿Querer a toda costa salir en las gacetas? ¿Y decirme a mí mismo: no hay nada que me importe con tal de que mi ingenio se cotice en la Corte?

No, gracias.

¿Ser miedoso? ¿Calculador? ¿Cobarde? ¿Tener con mil visitas ocupada la tarde? ¿Utilizar mi pluma para escribir falacias?

No gracias, compañero. La respuesta es: no gracias.

Cantar, soñar, en cambio. Estar solo, ser libre.

Que mis ojos destellen y mi garganta vibre.

Ponerme, si me place, el sombrero al revés,

batirme por capricho o hacer un entremés.

Trabajar sin afán de gloria o de fortuna.

Imaginar que marcho a conquistar la Luna.

No escribir nunca nada que no rime conmigo y decirme, modesto:

ah, mi pequeño amigo, que te basten las hojas, las flores y las frutas,

siempre que en tu jardín sea donde las recojas.

Y si por suerte un día logras la gloria así,

no habrás de darle al César lo que él no te dio a ti.

Que a tu mérito dabas tu ventura, no a medra,

y en resumen, que haciendo lo que no hace la hiedra,

aun cuando te faltare la robustez del roble,

lo que pierdas de grande, no te falte de noble.

Cyrano de Bergerac - Edmond Rostand

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Sueños de robot

Estamos, naturalmente, solo en el principio del principio de la revolución robótica. Los robots utilizados ahora son poco más que palancas computerizadas. Están muy lejos de que se les reconozca la complejidad necesaria que justifique la introducción en ellos de «las tres leyes». Tampoco tienen el menor aspecto humano, de modo que no son aun los «hombres mecánicos» que yo he descrito en mis historias y que han aparecido en la pantalla innumerables veces. Sin embargo, lo que está clarísimo es la dirección del movimiento. Los primitivos robots que se fabricaron no eran los monstruos del doctor Frankenstein de la primitiva ciencia ficción. No persiguen la vida humana (aunque accidentes relacionados con robots pueden ocasionar la muerte, lo mismo que los accidentes de coche o de maquinaria eléctrica). Son más bien instrumentos minuciosos y cuidadosamente diseñados para relevar a los seres humanos de obligaciones arduas, repetitivas, peligrosas y desagradables, de modo que intencionadamente y en su filosofía, representan los primeros pasos hacia los robots de mis historias. Los pasos que aun no se han dado irán en la dirección que yo he apuntado. Cierto numero de firmas diferentes están trabajando en «robots domésticos» que tendrán un aspecto vagamente humano y llevaran a cabo algunas de las obligaciones que antes recalaban en los sirvientes.

El resultado es que los que trabajan en el campo de la robótica me tienen en gran consideración. En 1985 se puso a la venta un grueso volumen enciclopédico titulado Manual de Robótica Industrial (editado por Shimon Y. Nof y publicado por John Wiley), y yo escribí una introducción a petición del editor. Naturalmente, para poder apreciar la exactitud de mis predicciones he tenido la suerte de ser un superviviente. Mis primeros robots aparecieron en 1939, como les digo, y he tenido que vivir más de cuarenta años para descubrir que fui profeta. Logré serlo porque empecé a una edad muy temprana y porque fui afortunado. Las palabras no pueden decirles lo agradecido que estoy por ello. La verdad es que lleve mis predicciones sobre el futuro robótico hasta el fin, hasta el último momento, en un relato,

«La Última Pregunta», publicado en 1957. Tengo la insistente sospecha de que si la raza humana sobrevive, podemos continuar progresando en esa dirección, por lo menos en ciertas cosas. Claro que la supervivencia es, como mucho, limitada y no tendré la oportunidad de ver gran cosa más de los futuros avances de la tecnología. Tendré que conformarme con que las generaciones futuras vean (así lo espero) y aplaudan los triunfos de este tipo que pueda ganarme. Yo, claro, no podré. Tampoco son los robots el único campo en el que vio claro mi bola de cristal. En mi historia «El Sistema Marciano», publicada en 1952, describí un paseo espacial con suma exactitud, aunque un hecho de esta clase no tuviera lugar hasta quince años más tarde. Prever los paseos espaciales no fue un ejemplo de presciencia demasiado atrevido, lo confieso, porque concebidas las naves espaciales, tales cosas serían inevitables. Sin embargo, también describí los efectos psicológicos y se me ocurrió uno que se apartaba de lo corriente, especialmente en relación conmigo. Verán ustedes, yo soy un probado acrófobo con un terror absoluto a las alturas y se perfectamente bien que nunca, voluntariamente, iré en una nave espacial. Si me viera forzado a meterme en una, se también que nunca me atrevería a abandonarla para dar un paseo espacial.

Sin embargo, dejé a un lado mi pánico personal e imagine que el paseo espacial producía euforia.

Isaac Asimov, «Sueños de robot. Introducción.» (1986)

 

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Sobre hacerse investigador

«Ustedes son ciento veinte… la mayoría conseguirá el DEA… este diploma es un papelucho que estaría pintiparado en un retrete… público… de las afueras… cortado en cuatro pedazos. Pero ¿cuál es el sueño que persiguen? Ingresar en el “Paraíso de los Elegidos”, quiero decir en un laboratorio del CNRS El enchufe ideal para todo estudiante listillo que con buen criterio prepara ya su jubilación. ¿Cuál es el destino que les espera durante este año de estudios? Mamar la leche de la ciencia en vez de la de sus novias y todo ¿para qué?, para alcanzar El Dorado, la panacea de todos los vagos y maleantes; el título de funcionario del Estado para toda la vida con seguro social, prima de transporte, retiro asegurado, promociones diversas, plus de pelo en pecho, condecoraciones académicas, campamentos para los niños, seguro de erección garantizada… y aburrimiento infinito hasta que se mueran más chochos aún que el pobre Oppenheimer en Princeton. ¡Pues vaya juventud chisgarabís y desmirriada! ¿Y éste es el ideal de la muchachada en la flor de la vida que cantaban nuestros poetas más cursis en aquellas épocas exaltantes en que se sabía escribir en verso y bailar el tango? Seré franco: en el mejor de los casos, cinco de ustedes serán nombrados investigadores del CNRS Pero ¿qué es ser investigador si no se publica? ¡Un cero a la izquierda! Y un ladrón que le roba al Estado las perras que tanto necesita para fabricar bombas de neutrones y fajas de diputados y un atracador que despoja al pobre contribuyente de sus ahorros que destinaba a comprar décimos de lotería y fotos pornos. ¿Quién de entre los cinco heroicos y gloriosos investigadores —que Homero cantará sus virtudes— llegará a publicar? Si nos referimos a las estadísticas establecidas con los curriculum vitae de sus predecesores (secreto que les revelo confidencialmente y que está más protegido que los planes de la NASA)… dos de cada cinco, es decir ¡sobre los ciento veinte! Pero ¿dónde publicaron hasta hoy estos dos privilegiados del destino y del favoritismo?… En revistas francesas o italianas. ¡Pipí caca! Estas revistas son tan prestigiosas como las suecas sobre tauromaquia. Sólo se es un investigador serio, que puede cobrar su sueldo sin avergonzarse, si se publica en la Physical Review o en la Physical Review Letters…. Y como soy generoso, o en la revista inglesa para snobs Nature, siempre y cuando en este caso escriban un resumen de divulgación. ¡Y paren el carro! Pero ¿quienes entre ustedes pondrá su pica de andar por casa en el Flandes de la Ciencia? Aparte de un servidor, uno de cada diez generaciones lo logra por estas regiones nuestras de salvajes y analfabetos. Les doy un consejo de amigo: no pierdan el tiempo, un año es muy largo, váyanse al laboratorio farmacéutico de Basilea a masturbar ratones o a Johannesbourg a fabricar misiles para la defensa de la raza blanca; así ganarán dinero y honores… o bien, deslumbren a una rica noruega gorda y romántica explicándole la teoría de la relatividad con lo del tren que sube… que sube…»

La torre herida por el rayo. Fernando Arrabal.

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El infierno o nada (El club de la lucha)

«—Al final, terminas pasándote la vida buscando un padre y un Dios —dice el mecánico. Debes tener en cuenta la posibilidad de no caerle bien a Dios. Pudiera ser que Dios nos odiara. No es lo peor que podría ocurrir.

» Tyler se dio cuenta de que llamar la atención de Dios por ser malo era mejor que no recibir ninguna atención. Tal vez porque el odio de Dios sea preferible a su indiferencia. Si pudieras ser el peor enemigo de Dios o nada, ¿qué elegirías? Según Tyler Durden, somos los niños medianos de Dios, sin un lugar especial en la historia y sin ser merecedores de especial atención. A menos que llamemos la atención de Dios, no tenemos esperanza de condena ni redención.

» ¿Qué es peor, el infierno o nada?

.

El club de la lucha, Chuck Palahniuk

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Elegía a Ramón Sijé

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha 

muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien 

tanto quería.) 

Yo quiero ser llorando el hortelano 

de la tierra que ocupas y estercolas, 

compañero del alma, tan temprano. 

Alimentando lluvias, caracoles 

Y órganos mi dolor sin instrumento, 

a las desalentadas amapolas 

daré tu corazón por alimento. 

Tanto dolor se agrupa en mi costado, 

que por doler me duele hasta el aliento. 

Un manotazo duro, un golpe helado, 

un hachazo invisible y homicida, 

un empujón brutal te ha derribado. 

No hay extensión más grande que mi herida, 

lloro mi desventura y sus conjuntos 

y siento más tu muerte que mi vida. 

Ando sobre rastrojos de difuntos, 

y sin calor de nadie y sin consuelo 

voy de mi corazón a mis asuntos. 

Temprano levantó la muerte el vuelo, 

temprano madrugó la madrugada, 

temprano estás rodando por el suelo. 

 

No perdono a la muerte enamorada, 

no perdono a la vida desatenta, 

no perdono a la tierra ni a la nada. 

 

En mis manos levanto una tormenta 

de piedras, rayos y hachas estridentes 

sedienta de catástrofe y hambrienta 

Quiero escarbar la tierra con los dientes, 

quiero apartar la tierra parte 

a parte a dentelladas secas y calientes. 

 

Quiero minar la tierra hasta encontrarte 

y besarte la noble calavera 

y desamordazarte y regresarte 

Volverás a mi huerto y a mi higuera: 

por los altos andamios de mis flores 

pajareará tu alma colmenera 

de angelicales ceras y labores. 

Volverás al arrullo de las rejas 

de los enamorados labradores. 

 

Alegrarás la sombra de mis cejas, 

y tu sangre se irá a cada lado 

disputando tu novia y las abejas. 

Tu corazón, ya terciopelo ajado, 

llama a un campo de almendras espumosas 

mi avariciosa voz de enamorado. 

A las aladas almas de las rosas... 

de almendro de nata te requiero,: 

que tenemos que hablar de muchas cosas, 

compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández.

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Hay muchas formas de llorar

Aquellos dos niños que un día habían sido amigos desaparecieron por el desagüe de la memoria, que tanto sirve para recordar como para olvidar.

Viendo las partículas en suspensión, ajenas a toda gravedad, Fermín recordó, o la ironía recordó por él, lo que Demócrito decía del alma. Y lo que Demócrito decía era que el alma es un cierto tipo de elemento caliente, de forma esférica, comparable a una de esas motas de polvo que se dejan ver gracias a la luz de las rendijas.

He aquí incontables almas bostezando en el aire, sonrió Fermín. Pero se le torció la sonrisa, en esa distancia corta que lleva a la mueca, cuando se imaginó a sí mismo como una mota de polvo esférica y caliente, sólo visible gracias a un fugaz venablo de luz. Ese dardo tenía nombre y se llamaba Ana.

Cuando falleció el marido de Ana, y eso había sucedido un año antes, a punto estuvo de darse de puñetazos en los ojos para hacerles llorar. Hasta que asumió la realidad de que no estaba triste y pidió perdón a Dios.

En el lenguaje de su tío, ser tonto era ser cobarde. Si eres bueno, Fermín, venía diciendo, es por tu cobardía y no por tu valor. Tu bondad empieza donde tu miedo.

El alma de Xistra, pensó, era como un carcaj de flechas llevado en bandolera por una amazona superviviente.

Hay quien introduce barco en una botella. También he visto quien mete escaleritas. Pero el arte que más cautiva es el de meterse uno mismo. Cuando la botella se seca y tú estás dentro, echas de menos no tener la compañía de un barquito o una escalerita. La vida, desde el fondo de la botella, es como el haz de luz de una linterna de policía en los ojos. A mí me costó mucho, muchísimo trabajo, alzar la mirada, quizá porque no tenía ningún interés en hacer esa ruta de regreso a la vida. Me daba más miedo la gente que la bebida.

Citas de "Ella, maldita alma" Manuel Rivas

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