¿De qué serviría?

Si el Cielo no tuviera

a veces sus maldades, 

si Dios no se enojara,

si no existiera el Hades,

si no fueran cofrades

San Pedro y Satanás

de un mismo cementerio,

¿qué mísero misterio

tendría la existencia?

Si sólo la obediencia

nos fuera permitida,

si no hubiera ascensiones

por miedo a la caída,

si no hubiera ocasiones

de ser un pecador,

¿qué mísero valor

tendría la aventura?

Si fuera un día segura

la suerte del mañana,

si no hubiera serpiente

y no hubiera manzana,

si sólo la campana

perdida de una iglesia

sirviera de anestesia

para este cruel dolor

que tanto nos tortura,

¿de qué valdría el amor

faltando la locura?

Canciones para muertos. Feindesland. 1990