Cuatro momentos del proceso divino distingue Juan Escoto de Erígena; cuatro momentos son quizá distinguibles en la evolución de los escritores.
En el primero el escritor, aún indiferenciado, es casi cualquier hombre; su voz menos individual que genérica es la de todos.
En el segundo el escritor ha elegido un maestro, lo confunde con la literatura y minuciosamente lo copia, porque entiende que apartarse de él en un punto es apartarse de la ortodoxia y de la razón.
En el tercero, que no todos alcanzan, el escritor se encuentran consigo mismo, como en cierta ficciones orientales, célticas o germánicas. Encuentra su cara, su voz.
Hay un cuarto momento que yo no he alcanzado, que muy pocos alcanzan.
En el primero, el escritor es todos; en el segundo, es otro. En el tercero es él; en el cuarto, es otra vez todos, pero con plenitud.
Así, los buenos versos de Shakespeare son manifiestamente de Shakespeare, pero los mejores, los eternos, ya no son de él. Tienen la virtud de parecer de cualquier hombre, de cualquier país, de cualquier tiempo.
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Jorge Luis Borges. Prólogo a Antigua lumbre de Wally Zenner.