El arqueólogo Luis Benítez de Lugo recuerda el día de 2004 en el que, en medio de un mar de olivos manchegos, apareció una insólita tumba compartida por una mujer y un hombre de la Edad del Bronce. “Fue espectacular”, rememora. En aquella sepultura intacta desde la prehistoria estaban, acompañando a la pareja, sus objetos cotidianos. Junto a él, un cuenco de cerámica, un puñal y un brazalete de arquero. Junto a ella, otro cuenco, un pequeño cuchillo y unos botones de marfil. El amor, si es que lo hubo, no fosiliza
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