La Nave de Baco fue una leyenda, un barco delirante de burgueses bebedores y literatos que se dedicaron a pensar, a escribir, a comer; y su capitán, un teórico de las cosas pequeñas, un hombre procedente de la mismísima corte alborotada del dios Dioniso. Se llamaba Eusebio García-Mina (1890-1944), o más bien Eusebius, un procurador de tribunales reconvertido a periodista y crítico musical cuya irreductible voluntad logró convertir a su Pamplona natal en lugar de paso de algunos de los mejores artistas de la época, como Arthur Rubinstein o Mauri
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