Así como hoy resultan ridículos los prejuicios contra homosexuales, llegará el momento en que la guerra contra las drogas será un recuerdo amargo. Tenemos derecho a alterar nuestra conciencia. Usar drogas de una manera sistemática no te convierte en un drogadicto, así como tomar una cerveza no te transforma en un alcohólico. La desinformación nos ha privado de uno de los placeres más primitivos y duraderos que ha tenido el hombre. Debemos estar preparados para lo que se nos viene encima en cinco años: la despenalización absoluta de las drogas.
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