Una vez desechado en vertederos o (in)intencionadamente en el medio ambiente, el plástico permanece allí durante años. Como una enfermedad, se propaga lentamente, al principio de manera discreta, sin hacer saltar ninguna alarma, pero cambiando y mutando en el proceso debido al calor y la abrasión, que descomponen el plástico en pedazos diminutos. En 2004, el profesor Richard Thompson, actual director del Instituto Marino de la Universidad de Plymouth, encontró partículas microscópicas de plástico en sedimentos de playas y estuarios.