Las consecuencias pueden afectar al ámbito psicosocial: ansiedad, depresión, irritabilidad, baja autoestima, dificultades relacionales… Y en segundo lugar, pueden surgir problemas relacionados con la propia respuesta sexual, como insatisfacción sexual, pérdida de interés en las relaciones convencionales, incremento de prácticas agresivas o coercitivas, prácticas dolorosas (dispareunia) o disfunción eréctil.